Esculturas de la existencial: las celdas
Louise Bourgeois
Mamá (Maman), 1999 (fundida en 2001)
Bronce, mármol y acero
inoxidable, 895 x 980 x 1.160 cm, edición 2/6
Guggenheim Bilbao Museoa
“La araña es una oda a
mi madre. Ella era mi mejor amiga. Como una araña, mi madre era una tejedora.
Mi familia tenía un negocio de restauración de tapices y mi madre estaba a
cargo del taller. Como las arañas, mi madre era muy lista. Las arañas son presencias
amistosas que se comen los mosquitos. Sabemos que los mosquitos propagan
enfermedades y son por ello indeseables. De esta forma, las arañas son útiles y
protectoras, como mi madre”.
—Louise Bourgeois
Mamá (1999), concebida originalmente como
encargo inaugural para la Sala de Turbinas de la Tate Modern en mayo de 2000,
es uno de los trabajos más ambiciosos y representativos de la artista. La
escultura consiste en una colosal araña de acero de casi 9 metros de altura,
que porta un saco con 10 huevos de mármol en su vientre; su abdomen y su tórax
están hechos de bronce acanalado. Esta es la mayor de una serie de esculturas
que Bourgeois creó basándose en la araña, un motivo que plasmó por vez primera
en 1947 en un pequeño dibujo de tinta y carboncillo. Bourgeois comenzó a
dibujar arañas por aquel entonces, y continuó representándolas hasta el final
de su vida. A mediados de la década de 1990, las arañas ocupan un lugar central
en su obra.
La palabra francesa maman
se traduce como “mamá” o “mami”, el apelativo con el que un niño se dirige
a su madre. Pese a su apariencia temible, esta araña es un cálido tributo a la
madre de Bourgeois, que se dedicaba a tejer tapices y falleció cuando ella
tenía 21 años. La obra pretende reflejar la profunda huella que la madre de la
artista dejó en ella, y alude a la fortaleza de su progenitora de manera
metafórica,haciendo referencia a actividades como hilar, tejer, alimentar y
proteger.
La araña de Bourgeois
también simboliza la fertilidad, a través del saco repleto de huevos de mármol,
y explora una noción ambigua de maternidad: el animal es a la vez protector y
depredador —emplea su seda tanto para tejer capullos como para envolver a su
presa—, y encarna la fortaleza y la fragilidad a un tiempo. La araña suscita
respeto y miedo. Sostenida en precario equilibrio sobre sus largas y delgadas
patas, que actúan a la vez como jaula y como guarida protectora de los huevos,
transmite una vulnerabilidad casi conmovedora
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